Los impuestos en tiempos del virus
Señalaba Oscar Wilde que no hay nada más real en este mundo que la muerte y los impuestos. Sin embargo, en tiempos de cólera, todos nos estamos dando cuenta que, obviamente, la muerte es bastante peor que los impuestos. Los muertos no pagan impuestos, y si no tenemos actividad económica no recaudaremos impuestos. Ahora bien, hay finalidades de los impuestos que hoy son más obvias que nunca. Por ejemplo, en ningún momento como en una epidemia se justifica más la existencia de una sanidad pública. Y a estos efectos, sanidad pública es la que está financiada con impuestos, con independencia de cuál sea el agente económico que la provea, pero que da servicio a los ciudadanos que lo necesiten. Y para cortar una pandemia no se puede excluir a nadie del servicio sanitario, como tampoco de las restricciones, por la sencilla razón de que todos podemos transmitir la enfermedad a los demás.
Hay una evidencia más: en primer lugar, que no es buen momento para cobrar impuestos, ni si quiera para declararlos, aunque se pueda, o incluso se deba hacer por internet. La presencia en las Administraciones Públicas, como en cualquier otra oficina, puede ser un foco de contagio. Pero incluso pudiendo hacer declaraciones telemáticas, como se conoce en la jerga a las que se presentan a distancia por internet, tampoco es un buen momento para hacerlo. Pensemos que la información que se presenta en estas declaraciones no suele estar disponible en Internet, y por eso Hacienda exige que se presente una declaración. Pero a día de hoy, tras lo que parecen algunas vacilaciones, con carácter general, las obligaciones de pago y presentación de impuestos y cotizaciones sociales continúan vigentes.
El actual no es buen momento para declarar tributos, aunque existan trámites ‘online’
Lo cierto es que el Real Decreto de declaración del estado de Alarma suspendía todos los plazos administrativos sin excepción. Sin embargo, este Real Decreto, que tiene fuerza de ley según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, fue modificado expresamente el miércoles, para regular por una norma especial, el Real Decreto Ley 8/2020, los plazos en derecho tributario. El resumen es que los plazos para presentar autoliquidaciones y liquidaciones no se ven afectados, aunque sí los plazos de los procedimientos que inicia Hacienda. En estos procedimientos, estos plazos se extienden, según los casos, hasta el 30 de abril o hasta el 20 de mayo. En principio, la regla es que, si son plazos de actuaciones iniciadas y no concluidas antes de la entrada en vigor del Real Decreto Ley 8/2020, el 18 de marzo, entonces los plazos se extienden hasta el 30 de abril, y los de nuevas actuaciones, o de plazos dentro de ellas, se extenderían hasta el 20 de mayo. Pero lo recomendable, si usted está en esta situación, es consultar el artículo 33 del citado Real Decreto Ley.
Debe considerarse también el riesgo de que el Estado se quede sin ingresos y sin crédito
En cuanto a las declaraciones, no estamos en este momento en una campaña masiva. Quizás lo único que se le parezca es que el plazo para presentar, necesariamente por Internet, el modelo de declaración de bienes en el extranjero finaliza el día 31 de marzo, y ese plazo, de momento, no se ha prorrogado. Por otra parte, si ha comprado una vivienda usada, por ejemplo, y está en plazo para declarar el impuesto de transmisiones patrimoniales, con carácter general, el plazo no se ha suspendido, pero algunas administraciones tributarias sí están anunciando suspensiones de plazos. Incluso, la administración foral de Álava ha anunciado que pospone a septiembre la campaña de renta. Una primera necesidad en todo este estado de alarma es que se informe a los contribuyentes, a todos los contribuyentes, además de a los profesionales, de cuál es la situación. Y por supuesto, que no acudan físicamente a las oficinas.
En ningún momento como en una epidemia se justifica más la existencia de una sanidad pública
La situación se antoja complicadísima para la campaña de renta. Es cierto que casi todas las declaraciones se presentan por Internet, pero muchísimas se confeccionan en oficinas públicas, o en oficinas de los gestores y asesores. En cualquier caso, un porcentaje del 10% sobre 20 millones de declarantes, es atender, de una forma u otra a 2 millones de personas, y estas cifras son absolutamente incompatibles con la lucha contra una epidemia contagiosa. Esperemos que todo esto mejore, pero lo más probable es que nos enfrentemos a inevitables retrasos de la práctica totalidad de procedimientos y declaraciones.
Un retraso en la declaración del IRPF, que es con mucha diferencia la campaña más masiva, supondría retrasos en los ingresos, pero también en las devoluciones que perciben millones de españoles. Eso sí, el año pasado, la declaración consolidada salió a ingresar, contra todo pronóstico. Esto quiere decir que Hacienda recaudó más por los ingresos que los pagos por devoluciones que hizo.
Otra medida del gobierno, hace unos días, fue flexibilizar algo más, los aplazamientos de hasta 30.000 euros, condonando los intereses de los tres primeros meses. Hay muchos ciudadanos, y fuerzas políticas también, que consideran que esto no es suficiente. Evidentemente, en muchos casos será así, y aunque suspendiésemos todos los impuestos durante meses, habría empresas que no podrían resistir haberse quedado sin actividad y sin ingresos. Sin embargo, también el Estado se puede quedar sin ingresos y sin crédito. Claro que tiene mucha más capacidad para aguantar que las empresas, pero esta capacidad para aguantar descansa también en la recaudación de impuestos.
Lo primero que se hundió en la anterior crisis de 2008, antes de que cayese ningún indicador económico, fue la recaudación. Ahora, con toda seguridad, y solo por razones económicas también disminuirá la recaudación fiscal. Sin embargo, los impuestos siguen siendo esenciales para poder seguir proporcionando servicios básicos, comenzando por la sanidad, pero también el orden público, el tráfico por carretera y tantas otras que nos permite la civilización.
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Los impuestos son el precio que pagamos por la civilización. Y ahora, es la civilización, sus servicios sanitarios, emergencias, suministros y restricciones personales la que se interpone ante el avance de la epidemia y de la muerte. Y sí, estamos en la hora más oscura, y tenemos todo el derecho a quejarnos de todo lo que se hizo equivocadamente. Pero pensemos, aunque estemos ante un record de fallecidos y hospitalizados, que, si no se hubiesen tomado duras medidas restrictivas de las libertades individuales, que casi todos estamos cumpliendo, todo hubiese sido muchísimo peor.
Para vencer al coronavirus, pero también para enfrentarnos a la crisis económica, esperemos que pasajera, que vendrá, no podemos permitirnos que el fraude fiscal y laboral se nos dispare. Seguir cumpliendo en estos tiempos tan difíciles es una forma de solidaridad, y muy importante, no sólo con los que luchan directamente contra la pandemia sino con todos los españoles.